La palabra Pirineos procede de la mitológica hija de Atlas, Pirene. Según los griegos, los Pirineos recibieron su nombre de Pirene, una joven de la región a la que Hércules se llevó consigo en uno de sus viajes y cuando esta murió, acumuló piedras para sellar su tumba.
Otra versión dice que es un topónimo ancestral, de origen íbero o vasco. Según este idioma, la cordillera se denominó Ilene os, que significa "montes de la Luna", ya que Ilene es la Luna.
Otra de las teorías más aceptadas es la de que el nombre procede de un incendio (fuego en griego es pyros) del que dieron cuenta Estrabón y Diodoro Sículo, causado por unos pastores al roturar sus tierras de cultivos. Se dijo que incluso las vetas de oro y plata se fundieron a nivel del subsuelo.
El Pequeño Diccionario de Mitología Vasca y Pirenaica de Olivier de Marliave (Ed. Alejandría), señala lo siguiente:
Pirene: La hija de Bébrix, rey legendario de la Cerdaña, estaría en el origen de la cordillera de los Pirineos. Pirene fue seducida por Hércules, que atravesaba la Cerdaña para ir a efectuar su décimo trabajo. El semidiós abandonó a la muchacha, quien, a pesar de todo, quiso seguir a su enamorado. Pero fue atacada y devorada por unos animales salvajes. Hércules, alertado por los gritos de Pirene, volvió sobre sus pasos, pero no encontró más que un cuerpo sin vida. Como homenaje a esta prueba de amor, Hércules la devolvió a su casa y construyó un inmenso mausoleo amontonando hasta el infinito rocas que formaron una serie de montañas, a las que denominó Pirineos. La gente de Ariege sitúa la tumba de Pirene en la cueva de Lombrives (Ussat), en la que unas concreciones de estalagmitas forman una especie de sepultura colosal.
Según otra leyenda, Pirene dio a luz una serpiente antes de morir, y su cuerpo fue colocado sobre una hoguera. El fuego de la incineración se propagó a la montaña, hasta el punto que las poblaciones del Ampurdán en las que residían comerciantes griegos denominaron Pirineos a aquellos macizos cubiertos de llamas.
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